¡Se lo juro! Este capítulo no lo voy a comenzar como todos
los otros, diciendo que el alemán es un poco raro e incluso las
cosas más simples las realiza de una manera
increíblemente complicada para tratar después de
justificar lo injustificable. Como cualquier vendedor de patatas voy a
alabar mis patatas. El hecho de que la pronunciación de la hora
no tiene nada que ver con la manera en la que se la escribe, lo voy
a vender como una obra de arte muy estética.