Jedesmal,
wenn ein gutes Kind stirbt, kommt ein Engel
Gottes zur Erde hernieder, nimmt das tote
Kind auf seine Arme, breitet die großen,
weißen Flügel aus und pflückt
eine ganze Handvoll Blumen, die er zu Gott
hinaufbringt, damit sie dort noch schöner
als auf der Erde blühen. Gott drückt
sie dort an sein Herz, aber der Blume, die
ihm die liebste ist, gibt er einen Kuß,
und dann bekommt sie Stimme und kann in
der großen Glückseligkeit mitsingen.
Sieh, alles dieses erzählte ein Engel
Gottes, während er ein totes Kind zum
Himmel forttrug, und das Kind hörte
wie im Traume; sie flogen über die
Stätten in der Heimat, wo das Kleine
gespielt hatte, und kamen durch Gärten
mit herrlichen Blumen. "Welche wollen
wir nun mitnehmen und in den Himmel pflanzen?"
fragte der Engel.
Cada vez
que muere un niño bueno, baja del cielo
un ángel de Dios, toma en brazos el
cuerpecito muerto, extiende sus grandes alas
blancas y recoge a la vez un puñado
de flores para ofrecerlas a Dios, con objeto
de que luzcan allá arriba más
hermosas aún que en la Tierra. Dios
se las aprieta contra el corazón, pero
a la que más le gusta le da un beso,
con lo cual ella adquiere voz y puede ya cantar
en el coro de los bienaventurados. He aquí
lo que contaba un ángel de Dios mientras
se llevaba al cielo a un niño muerto;
y el niño lo escuchaba como en sueños.
Volaron por encima de los lugares donde el
pequeño había jugado, y pasaron
por jardines de flores espléndidas.
-¿Cuál nos llevaremos para plantarla
en el cielo? -preguntó el ángel.
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