Sie sagte
deshalb ja zu dem herrlichen Prinzen, und
von jeder Blume kam eine Dame oder ein Herr,
so niedlich, daß es eine Lust war;
jeder brachte Däumelinchen ein Geschenk,
aber das beste von allen waren ein Paar
schöne Flügel von einer großen,
weißen Fliege; sie wurden Däumelinchen
am Rücken befestigt, und nun konnte
sie auch von Blume zu Blume fliegen. Da
gab es viel Freude, und die Schwalbe saß
oben in ihrem Neste und sang ihnen vor,
so gut sie konnte; aber im Herzen war sie
doch betrübt, denn sie war Däumelinchen
gut und wäre gerne immer mit ihr zusammen
geblieben. Am liebsten hätte sie sich
daher nie von ihr trennen mögen. »Du
sollst nicht Däumelinchen heißen!«,
sagte der Blumenelf zu ihr. »Das ist
ein häßlicher Name, und du bist
schön. Wir wollen dich von nun an Maja
nennen.« »Lebe wohl, lebe wohl!«,
sagte die kleine Schwalbe und flog wieder
fort von den warmen Ländern, weit weg,
nach Deutschland zurück; dort hatte
sie ein kleines Nest über dem Fenster,
wo der Mann wohnt, der Märchen erzählen
kann, vor ihm sang sie »Quivit, quivit!«
Daher wissen wir die ganze Geschichte.
De modo que Pulgarcita dijo: "Sí" al apuesto príncipe. Entonces todas las flores se abrieron y de cada una de ellas salió un minúsculo caballero o una damisela pequeñita, tan bonitos todos que era una delicia mirarlos. Cada uno ofreció a Pulgarcita un regalo, pero el mejor fue un par de hermosas alas que habían pertenecido a una gran mosca blanca. Se las prendieron a Pulgarcita en los hombros de manera que pudiese ella también volar de flor en flor. Luego hubo una fiesta y a la pequeña golondrina le pidieron que cantara un himno de bodas, a lo cual accedió ella lo mejor que pudo. Pero su corazón estaba triste, pues quería mucho a Pulgarcita y hubiera deseado no separarse nunca de ella.
-Ya no te llamarás más Pulgarcita -dijo el silfo-. No me gusta ese nombre; tú eres demasiado linda para llamarte así. En adelante tu nombre será Maya.
-¡Adiós, adiós! -dijo la golondrina, con el corazón apenado, y partió de los países cálidos para volver a Dinamarca. Allí tenía otro nido, en la ventana de una casa en la que habitaba el narrador de historias. La golondrina cantó: "Pío, pío", y de esa canción surgió el presente relato.